COPENHAGUE. "¡Asesino! ¡Mataste a mi hermano! ¡Vete al infierno!", gritó en inglés en varias ocasiones el joven, después de lanzar un zapato a Breivik, mientras era retirado de la sala por agentes de la policía.

El joven, un kurdo iraquí que luego recibió atención médica, había viajado a Oslo para asistir al juicio, ya que su hermano menor, que residía en Noruega tras recibir el estatus de refugiado político, murió en la masacre, según confirmó su abogado.

"Si queréis lanzar algo, lanzádmelo a mí la próxima vez, no a mis abogados", fue la respuesta de

Breivik a los familiares de las víctimas al entrar de nuevo a la sala tras la pausa decretada por la juez, reveló el letrado que dirige su defensa, Geir Lippestad.

Breivik no fue alcanzado por el zapato, pero sí una de sus abogadas, Vibeke Hein Bra, aunque sin sufrir heridas.

El incidente del zapato, del que no se difunden imágenes por orden del tribunal, provocó los aplausos de algunos familiares en la sala, mientras otros se echaron a llorar, según el diario VG.

El ultraderechista noruego de 33 años quiso también aclarar que fue objeto de un "ataque" durante la masacre de la isla de Utya, en la que murieron 69 personas, al lanzarle un objeto uno de los jóvenes que asistían al Campamento de las Juventudes Laboristas.

El incidente se produjo junto a la caseta de bombeo, donde Breivik, vestido de policía, engañó a un grupo de jóvenes haciéndolos creer que era un agente de verdad y luego mató a 14.

En la segunda parte de la vista de hoy, el tribunal escuchó también a dos testigos.

El primero fue Eivind Rindal, de 23 años, quien recogió a otros muchachos más jóvenes y con ellos huyó en un bote que había en la isla, aunque tuvieron que hacerlo a remo y sufriendo una docena de disparos de Breivik desde la orilla, que provocaron vías de agua en la embarcación, aunque ningún ocupante resultó herido.

Rindal, quien como había anunciado desafió con su mirada a Breivik durante la declaración, defendió que quienes como él y sus compañeros en la barca salieron ilesos tienen, sin embargo, recuerdos y heridas "tan profundos y dolorosos como una herida física".

"Sufrimos un intento de asesinato, estamos vivos de casualidad. No eran tiros de advertencia, eran disparos a matar", declaró Rindal, quien dijo que Breivik parecía un "asesino profesional" y lamentó que la policía no llegase a la isla hasta una hora después de las primeras llamadas de socorro.

El otro testigo, Munir Osman Humed Jaber, de 22 años, huyó en dirección al agua, pero, tras quitarse la ropa, se retractó y acabó escondiéndose semidesnudo junto a las letrinas, tratando de taparse con hojas y arbustos en un día lluvioso y frío.

"Coloqué la lengua entre los dientes para no hacer ruido. Sentía que me hacía heridas y empezaba a sangrar, pero tenía que aguantar", indicó Jaber.

Más tarde, convencido de que en ese escondite lo acabaría encontrando, echó a correr hacia la zona de baño de la isla, donde se encontró con una visión dantesca: la de los cadáveres de otros jóvenes, varios de ellos conocidos suyos.

"Fue lo peor, nadie merece ver algo así (...) Fue doloroso y duro ver a tantos jóvenes delante de uno. Es indescriptible", explicó Jaber, que al final acabó tirándose al agua y fue rescatado en el mar por uno de los barcos de los campistas que salieron a ayudar al percatarse de lo que estaba ocurriendo en la isla.

El juicio se reanudará el lunes con los primeros testimonios de los 33 heridos en Utya considerados como agraviados en la acusación formal de la Fiscalía, que ocuparán las dos próximas semanas del proceso, que se espera termine a finales de junio.

La cuestión central del juicio será determinar si Breivik es o no un enfermo mental y si, por tanto, puede ser considerado penalmente responsable de sus actos: en ese caso, recibiría una condena de cárcel; en el contrario, sería enviado a un psiquiátrico.

El Gobierno noruego presentó hoy una reforma legal para reforzar las medidas de seguridad en los centros psiquiátricos que incluye la creación de una unidad de máxima seguridad para casos especiales como el de Breivik, que podría ser instalada dentro de un penal, según anunció la ministra de Salud, Anne-Grete Strm-Erichsen.