Copenhague. Su abogado, Gier Lippestad, le había aconsejado ayer que no lo hiciera más, después de recibir la queja de uno de los representantes legales de los familiares de las víctimas y los supervivientes de la masacre, que lo consideraban inapropiado.
La Fiscalía continuaba tomando declaración a Breivik sobre la etapa anterior a 2006, cuando se mudó de nuevo a vivir a casa de su madre y le preguntó por su ingreso en la masonería, su negocio con acciones y su afición por los juegos para ordenador.
El objetivo de los fiscales es preguntarle también hoy por el período de su vida previo a los atentados y sobre el primero de ellos, el cometido con una furgoneta bomba en el complejo gubernamental en el centro de Oslo, en el que murieron 8 personas.
Breivik se trasladó justo después a la isla de Utya, 45 kilómetros al oeste de Oslo, donde realizó una matanza en la que murieron 69 personas, casi todos menores de 20 años que asistían al campamento de las Juventudes Laboristas.
El extremista noruego, de 33 años, pretendía así castigar a los laboristas, que han dominado la política noruega en las últimas décadas, por su defensa del "marxismo cultural" y su permisividad con la "invasión" islámica que amenaza con "destruir" la población originaria de Noruega y por extensión de toda Europa.