Tel Aviv. El vendaval de cambios que está azotando el mundo árabe está reduciendo cada vez más la influencia de Israel en la zona y aislándolo más de lo que ya estaba anteriormente. El éxito de los islamistas en las elecciones en Egipto ha exacerbado el miedo a que surja un nuevo frente en el sur del país. Y han sido precisamente estos comicios los que han contribuido a aumentar el aislamiento de Israel, que hasta ahora se había definido siempre como la única democracia en Oriente Medio.

Con la caída del presidente egipcio Hosni Mubarak, el Estado hebreo perdió a principios del año pasado a un importante aliado en la región, lo que le supuso un nuevo golpe tras la escalada de las tensiones con Turquía a raíz del asalto por parte del Ejército israelí a la flotilla humanitaria que pretendía romper el bloqueo a la franja de Gaza. Ahora, la victoria de los islamistas en los comicios egipcios intensifica en Israel la preocupación ante la consolidación de un régimen hostil en el sur del país, que se sumaría a los ya existentes puntos de fricción en el norte con Siria y Líbano.

"Alá venció, los jóvenes de Google se marcharon", escribió recientemente un comentarista israelí sobre a los resultados electorales en Egipto. "La revolución árabe de 2011 es una revolución religiosa", añadió. La actual situación satisface, además, a Hamás en la Franja de Gaza, que mantiene estrechos vínculos con los Hermanos Musulmanes de Egipto. Sin embargo, para la cúpula del grupo islamista en el exilio, la llamada Primavera Árabe tiene más bien repercusiones negativas, ya que probablemente se verá obligada a abandonar su sede en Damasco ante el tambaleo del régimen sirio.

Mubarak respaldó el bloqueo prolongado durante años de la franja de Gaza contra la voluntad de su propio pueblo. Ahora, los residentes en la cercada franja palestina albergan la esperanza de que la victoria de los islamistas en Egipto haga caer definitivamente las barreras, que en los últimos tiempos se han vuelto más permeables.

La frontera con Gaza "Las personas sueñan con que en adelante puedan sentarse en el coche y conducir hasta El Cairo", explica un periodista desde Gaza. Israel, por su parte, teme que una mayor apertura de la frontera pueda reforzar el contrabando con armas procedente desde la península del Sinaí a territorio palestino. Hasta que tuvieron lugar los dramáticos cambios, la frontera de Israel con Egipto fue considerada durante treinta años la más tranquila del país. Pero los últimos acontecimientos podrían cambiar radicalmente la situación.

"Existe un creciente riesgo de colaboración entre terroristas de la franja de Gaza y la Península del Sinaí", según expertos del Instituto Israelí de Investigaciones sobre la Seguridad Nacional (INSS) en Tel Aviv. Se podría considerar que un ejemplo de dicha cooperación es el atentado en el sur de Israel que el pasado 8 de agosto se cobró la vida de ocho israelíes y ocho agentes fronterizos egipcios, además de 13 terroristas.

Las transformaciones en Egipto podrían suponer además la pérdida de una postura moderada en el estancado proceso de paz en Oriente Medio. Mubarak desempeñó siempre un papel de interlocutor entre israelíes y la Autoridad Nacional Palestina cuando se producía algún inconveniente en los esfuerzos por alcanzar la paz.

Inicialmente, la nueva cúpula militar en El Cairo había reanudado ese rol de mediador. Su intervención fue decisiva, por ejemplo, en las negociaciones para un intercambio de prisioneros entre Israel y Hamás, en cuyo marco el soldado israelí Gilad Shalit fue puesto en libertad el pasado octubre tras más de cinco años en cautiverio. Pero el moderado presidente palestino, Mahmud Abbas, en vista de las decepciones que le ha acarreado el proceso de paz y de los cambios regionales, apuesta ahora por una colaboración con los radicales islamistas de Hamás. Expertos israelíes temen además por la estabilidad de Jordania, con la que Israel selló la paz en 1994. "En Jordania la oposición está en ebullición", apunta el experto Oded Eran.

Malestar de EE.UU. Mientras, Estados Unidos, en calidad de principal y más importante aliado de Israel, observa los movimientos en el tablero de Oriente Medio con creciente malestar. El Gobierno en Washington manifiesta de forma cada vez más evidente su disconformidad con el Ejecutivo de extrema derecha de Benjamín Netanyahu, especialmente en lo que a la cuestión palestina se refiere. "Israel debería regresar a la maldita mesa" y reanudar las negociaciones de paz con los palestinos, ha exigido recientemente con un tono de dureza el secretario de Defensa estadounidense, Leon Panetta.

La dimensión del aislamiento de Israel también en Occidente quedó patente el pasado mes de noviembre en un incidente embarazoso durante la cumbre del G-20 en Cannes. El jefe de Estado francés, Nicolas Sarkozy, tachó a Netanyahu de "mentiroso" durante una conversación en confianza con el presidente estadounidense, Barack Obama. Según relataron algunos de los presentes durante esa reunión, Obama respondió: "Tú estarás cansado de él, pero yo tengo que lidiar con él todos los días".

También circulan informaciones acerca de las diferencias entre Netanyahu y la canciller alemana, Angela Merkel. Y todo en un momento en que Israel necesita más que nunca el apoyo internacional en vista de las pretensiones iraníes de fabricar armas nucleares, de lo cual un informe del OIEA presentó recientemente y por primera vez pruebas fehacientes.

De hecho, cada vez se baraja de forma más abierta la opción de una acción militar israelí contra las instalaciones nucleares iraníes. Ahora, Israel contempla cómo se le escapa el tiempo. "No disponemos de años", advirtió al respecto el ministro de Defensa israelí, Ehud Barak.