Friburgo. Benedicto XVI aseguró ayer ante miles de personas que un agnóstico o quien sufre por los pecados de los cristianos están más cerca de Dios que los "fieles rutinarios que sólo ven en la Iglesia el boato, sin que su corazón quede tocado por la fe". Estas declaraciones las hizo el Pontífice en la misa conclusiva de su tercer viaje a su país natal que celebró en el aeropuerto turístico de Friburgo (Alemania).
Así, el Papa advirtió a los fieles de la necesidad de volver a una fe renovada, y manifestó que no cuentan las palabras, sino las obras, los hechos de conversión y de fe y que hay que evitar que la religiosidad acabe en "rutina".
El Pontífice exhortó a los fieles a seguir a Dios con humildad y obediencia y a mantenerse unidos fuertemente a Cristo. Señaló que la existencia cristiana es un compromiso humilde para con el prójimo y el bien común. Además, añadió que la Iglesia necesita una "fuerte renovación", que tiene que "despojarse" de su riqueza terrenal y de su poder político para abrirse a las preocupaciones del mundo.
Ante sus compatriotas, el Papa dijo que la Iglesia en Alemania superará los grandes desafíos actuales y seguirá siendo fermento en la sociedad si los sacerdotes, las personas consagradas y los laicos colaboran juntos; si las parroquias, las comunidades y los movimientos se apoyan mutuamente y si los bautizados y confirmados "tienen alta la antorcha de una fe inalterada". "La Iglesia en Alemania seguirá siendo una bendición para la comunidad católica mundial si permanece fielmente unida a los sucesores de San Pedro y de los Apóstoles, si de diversos modos cuida la colaboración con los países de misión y se deja también contagiar en esto por la alegría en la fe de las iglesias jóvenes", subrayó. Ese llamamiento responde a las críticas que desde la Iglesia alemana se hace al Vaticano y a la figura del Papa, al que acusan de inmovilismo en temas como el de los católicos divorciados y vueltos a casar, a los que se les niega la comunión, el celibato sacerdotal y la ordenación de mujeres.