París. Hermann Fuster, el funcionario que agredió el pasado 30 de junio al presidente francés, Nicolas Sarkozy, al agarrarlo de la solapa, logró acercarse a escasos metros del mandatario bromeando con que pretendía golpearle en la cara, confesó en una entrevista publicada ayer por Le Parisien. "Disculpad, solo quiero darle un puñetazo en la cara", les espetó en tono jocoso a unos simpatizantes del partido de Sarkozy, el conservador UMP, para que le dejasen posicionarse en primera fila para acercarse al presidente, de visita en la localidad de Brax (sur del país). El francés, de 32 años y funcionario en la cercana alcaldía de Agen, aseguró su intención no era asaltar físicamente a Sarkozy sino expresarle su descontento "a la cara": "Solo tenía ganas de decirle que no me gusta su política", apostilló. Según su versión, trató de tocar el hombro al presidente para llamar su atención y los responsables de seguridad se abalanzaron sobre él, por lo que intentó "agarrarse a algo para evitar caerse". "Lo que parece una agresión fue en realidad un reflejo humano", aseveró Fuster, que ha sido condenado a seis meses de cárcel exentos de cumplimiento y suspendido de empleo hasta que una comisión municipal tercie sobre su reincorporación laboral. Se trata del suceso de este tipo más comentado en Francia desde que en 2008 el presidente galo le espetase a otro hombre que le había rechazado un apretón de manos: "¡Lárgate, pobre gilipollas!".