Washington. CON la muerte de Osama Bin Laden, EEUU puso el pasado domingo punto y final a diez largos años de busca y captura del arquitecto de los atentados del 11-S, que dieron lugar a dos guerras y alteraron el panorama internacional.

Casi una década ha pasado desde que Estados Unidos sufrió los más sangrientos ataques terroristas ocurridos en su territorio, en los que murieron casi 3.000 personas y que, con su impacto, cambiaron para siempre la política exterior estadounidense.

Con los atentados, Bin Laden se convirtió en el rostro de un nuevo tipo de terrorismo internacional que no conocía fronteras, y donde los líderes no daban necesariamente apoyo logístico, material o financiero para los ataques, sino simplemente ideológico.

La nueva amenaza internacional cobró nombre bajo el paraguas de Al Qaeda, una red organizada a través de células independientes, implantadas en varios países, y dotada con el brazo ejecutor de jóvenes extremistas, muchos de ellos educados en Occidente.

Con la inaudita planificación de los ataques del 11-S, Osama Bin Laden y Al Qaeda sacudieron además con fuerza los cimientos en los que Estados Unidos basaba su política de defensa y de seguridad, y pusieron en evidencia la necesidad de buscar un nuevo enfoque para reforzar sus fronteras.

Ataques en Afganistán La primera respuesta del Gobierno del entonces presidente de EE.UU., George W. Bush, fue bélica, pese a que no había ningún Gobierno detrás de los ataques. Casi inmediatamente después, EEUU lanzó una serie de ataques aéreos contra los talibanes en la frontera entre Afganistán y Pakistán. Ante la negativa de los talibanes a entregar a Bin Laden, EEUU inició en octubre de 2001 una guerra en Afganistán que aún continúa, aunque la intervención permitió derribar al régimen fundamentalista que gobernaba el país.

A lo largo de todos estos años, Bin Laden logró escabullirse y salir indemne de los ataques lanzados por EEUU y sus aliados internacionales, lo que hizo que quedara en entredicho la capacidad de inteligencia y militar del país más poderoso del mundo.

La inteligencia estadounidense aseguraba una y otra vez que Bin Laden se estaba refugiando en la región fronteriza entre Afganistán y Pakistán. Innumerables misiones de aviones no tripulados mataban a militantes talibanes y de Al Qaeda, pero Bin Laden permanecía en paradero desconocido.

La frustración estadounidense había comenzado apenas pocas semanas después del inicio de las operaciones militares en Afganistán que siguieron a los atentados del 11 de septiembre. Los servicios secretos estadounidenses creyeron llegar hasta Bin Laden en la batalla de Tora Bora, cerca de la frontera con Pakistán, al asegurar que contaban con información fiable sobre su presencia en un complejo de cavernas. Pero las fuerzas estadounidenses fueron incapaces de reunir suficientes tropas como para atrapar a Bin Laden, quien logró escapar de lo que luego se calificó como la mejor oportunidad de capturarlo o darle muerte.

Además, las acciones militares de Estados Unidos no evitaron que Al Qaeda siguiera ejecutando sangrientos ataques en todo el mundo, como los atentados de Madrid del 11 de marzo de 2004, y del 7 de julio de 2005 en Londres. El 18 de octubre de 2003 Bin Laden había amenazado con atacar los países participantes en la ocupación de Irak, entre ellos España. Apenas cinco meses después diez explosiones en cuatro trenes de Madrid causaron 192 muertos y más de 1.800 heridos.

Mensajes de vídeo Escondido pero activo, el líder terrorista dejó patente en varias cintas de vídeo durante estos años su odio hacia EEUU y su regocijo por el éxito de los ataques que se llevaban a cabo.

Aunque cinco días después de los atentados del 11-S, Bin Laden negó su implicación en un comunicado, al de unas semanas alabó los ataques, cuya autoría reconoció oficialmente en mayo de 2006, cuando dijo que él mismo había encargado "a los 19 hermanos" la misión.

Sus mensajes dejaban claro, además del odio a EEUU, su rechazo a Israel y a lo que consideraba la corrupción del capitalismo. Otros hacían referencia a líderes europeos, al Papa, o incluso a los candidatos de las elecciones presidenciales estadounidenses.

En febrero de 2003, Bin Laden emitió un vídeo en el que se refería a su alianza con el régimen de Sadam Husein. Estados Unidos utilizó esta cinta para probar las conexiones entre ambos y como un argumento más para la nueva guerra que se estaba gestando contra el régimen de Bagdad. Un mes después, en marzo de 2003, Estados Unidos invadió Irak, e inició una larga contienda que, según algunos observadores, facilitó la expansión de Al Qaeda en la zona.

Las últimas imágenes filmadas de Bin Laden son las del sexto aniversario del 11-S, en septiembre de 2007, que le muestran con su habitual chilaba, su turbante y la barba negra. Acompañado siempre por un rifle Kaláshnikov que presumía de haber arrebatado a un soldado ruso, era visto por sus seguidores como un estandarte musulmán, un mito vivo que había abandonado una vida de lujos por la causa.

Según algunos expertos en Al Qaeda, dentro de los planes de Bin Laden estaba no sólo atacar a Occidente, sino extenderse también en los países árabes e Israel. Un libro reciente publicado por Michael Scheuer, ex responsable de la unidad antiterrorista de la CIA, apunta que Bin Laden había dejado ya constancia entre sus allegados de que "no esperaba vivir lo suficiente para ver acabado su trabajo", y aventuraba que la guerra de Al Qaeda "duraría décadas". Su primera premonición se ha cumplido ya, al caer muerto bajo el fuego estadounidense. La segunda está en curso.