Desirée Arellano (Corella, 1978) es una mujer a la que le gusta soñar a lo grande, que no se rinde y que invierte las horas que haga falta para que todas sus ideas salgan adelante. Es una emprendedora nata y reconoce que de cada uno de los proyectos en los que se embarca siempre aprende algo nuevo. Matsu Studio, marca creada en 2019, es ahora su niña bonita, la firma de moda en la que ha puesto toda su ilusión y su buen hacer, y es que no es un capricho, sino un proyecto casi vocacional que empezó a gestarse en su interior desde que era niña y veía a su madre trabajar en un taller de costura. Después surgieron otras vocaciones, como la enfermería y la gastronomía, y hoy en día ha logrado convertirse en una mujer polifacética, que encuentra hueco para todo lo que le gusta y por lo que siente pasión. Quedamos con ella en su estudio-taller de la calle Sancho el Fuerte de Pamplona, y ya desde el escaparate se aprecian la calidad, el lujo y la artesanía que desprenden las prendas de su última colección, Vega, que presentó hace unas semanas en San Sebastián Moda Festival.

El pasado mes de octubre presentó la colección Vega en Donostia. ¿Con qué sensación ha vuelto?

El feedback que hemos recibido de la gente ha sido muy bueno, primero por cómo lo hicimos, porque rompimos con la idea actual de un desfile. Montamos una performance con una pasarela, un escenario de fotografía, focos... La idea era dar más protagonismo a las modelos para que se quedaran más tiempo sobre la pasarela, desfilando y posando, de modo que el público pudiese apreciar mejor cada prenda. Quiero presentar esta colección también en Pamplona, en un evento privado, en petit comité, al estilo de los pases que se hacían antiguamente.

Vega es una colección cápsula con siete looks. ¿Es el mejor formato para mostrar su talento?

Este tipo de pequeñas colecciones me permiten presentar y mostrar todo lo que puedo hacer, para después trabajar de forma más personal con cada clienta. Mi apuesta es tener un muestrario y confeccionar a demanda, que de verdad sea un slow fashion, sin stock. En concreto, Vega son siete looks de invierno en los que hay prendas de fiesta e invitada, pero muy versátiles, que se pueden personalizar y adaptar después al armario de cualquier mujer.

¿Y que no solo se queden para vestir en ocasiones especiales?

Claro, nos gusta tener prendas preciosas, pero no que se queden en el armario. Salvo algún vestido muy especial, todo necesita una segunda vida. Tenemos abrigos y camisas preciosas, a las que se les puede sacar mucho partido, que incluso se pueden modificar para adaptarlas al día a día.

El mundo del diseño es ahora su gran pasión, al que dedica la mayor parte de su tiempo. ¿Cómo comenzó en este mundillo?

Yo siempre he dicho que la infancia es lo que nos marca, y aunque nos dediquemos a otras cosas siempre volvemos a nuestros orígenes. Al menos es lo que a mí me ha pasado. La historia de Matsu Studio nace desde que era pequeñita, desde la espera y la inquietud, porque ya cuando visitaba a mi madre en su taller de Corella yo no me quería ni ir a casa. Ahí es donde me encariñé de esta profesión y aprendí que las cosas bien hechas cuestan muchísimo tiempo y esfuerzo. Pero aquella inquietud por la moda la dejé aparcada y estudié Enfermería.

Y ahora no solo compagina estas dos facetas, sino que también tiene en marcha un proyecto gastronómico.

La vida también me ha llevado al mundo de la gastronomía, y durante mucho tiempo he compaginado estudios y trabajo. Soy una persona plural, me dedico a varias cosas a la vez. Puedo decir que el mundo sanitario es mi salvavidas, mi base, lo que me permite volar a otras cosas, como el diseño. Soy muy inquieta y me suelen decir que no sé estar en mi zona de confort, pero me gusta estar aprendiendo constantemente, creciendo e investigando. Ahora mi idea y mi ilusión es luchar por esta firma, darle movimiento, generar trabajo a mi alrededor con modistas, fotógrafos... No hay que olvidar que este trabajo no es idílico; puedes hacer cosas muy bonitas, pero hay que vender.

En su formación destaca su paso por la prestigiosa Central Saint Martins de Londres.

Hice allí un curso de dibujo y el estar en aquel ambiente hizo despertar muchas emociones que tenía en mi interior. Era algo que había dejado aparcado durante mucho tiempo por trabajo, pero estar allí me hizo cambiar y me dije: Tengo que retomar todo esto. Así decidí dar el salto. Retomé la formación mientras estaba trabajando y es cierto que fue una época dura, pero para todo hace falta un esfuerzo. No es tanto cuestión de tiempo como de prioridades.

¿Desde el principio apostó por el slow fashion para desarrollar su firma?

No concibo nada de lo que hago sin calidad. Todo tiene que estar bien hecho, y eso necesita su tiempo. No me creo ciertas prendas que cuestan 20 euros. ¿Cuál es el camino? Es algo que deberíamos preguntarnos todos. El slow fashion es fundamental para crear una marca propia, más personal, en la que encuentres prendas que requieren una inversión, pero que son atemporales y que tienen mucha vida. Además, en este proyecto también hago mi apuesta por la cercanía. Claro que quiero tener proyección internacional y vender en Nueva York, pero hay que ir paso a paso, asentando las bases, tenemos que ir enseñando la marca y lo que somos desde aquí, desde Pamplona. En alguna ocasión me han escrito desde EEUU para interesarse por alguna prenda, pero a mí lo que me hace ilusión es ver a una chica por la calle con una cazadora mía, o que las clientas te manden fotos o te cuenten qué tal ha ido el evento para el que les has vestido. Así es como se generan vínculos, cuando trabajas de tú a tú.

Analizando en sector de la moda actual, ¿parece que en el futuro solo habrá sitio para el slow fashion?

Hay que saber comprar, mirar las etiquetas y aprender a compensar tu armario. Lo que no entiendo es a la gente que va a Madrid y compra bolsones y bolsones de ropa en Primark porque hay prendas a uno o dos euros.

¿Poco a poco hay más conciencia sobre ese consumismo?

Es una fase que también va con los años. Con 20 años, por lo general, no puedes comprarte cazadoras de 400 euros, pero conforme cumples vas aprendiendo, concienciándote, y tu armario va madurando. Preferirás menos prendas pero de más calidad, cosas más personales, no querrás vestir como las demás... Depende de cada persona, pero se suele ver una evolución y una madurez en este sentido.

En 2017 recibió el Premio Jóvenes Diseñadores. ¿Supuso un impulso a su carrera?

Sobre todo te hace ilusión y te hace ver que vas por el buen camino. En ese caso fue un trabajo que hicimos Elena Ruiz de Erenchun y yo, y juntas nos encargamos de todo el proceso. Aprendimos a imprimir en 3D, hicimos los patrones, la confección... Fue una gran satisfacción, pero luego los premios se van quedando ahí.

¿En qué trabaja ahora?

Sobre todo en promover la colección que acabo de presentar y también en sacar alguna prenda nueva, alguna minifalda, porque aparte de que se va a llevar, a mí me apetecía recuperar la década de los 60 con una mujer más atrevida, más loca. Vamos a irnos a todo lo contrario de lo que hemos pasado, toca crear moda con chispa, enseñar pierna, recuperar el brillo... Nos toca disfrutar, para todo va a haber un momento de celebración.

'VEGA', LA NUEVA COLECCIÓN

  • Vega, la primera estrella polar en ser fotografiada, da nombre e inspiración a la colección cápsula que acaba de presentar Matsu Studio. Se trata de una pequeña colección formada por siete looks de invierno, con propuestas de invitada y de fiesta, pensados para una mujer atrevida y sobre todo brillante. Como explica Desirée Arellano, cada uno de los conjuntos tiene su propia historia detrás, pero hay uno que para ella es el más especial, un traje pantalón rojo con un aire retro actualizado (en la imagen de abajo), con el que soñaba desde hace tiempo y que por fin ha materializado. Ahora cuelga en el muestrario de su estudio-taller, que más bien parece una pequeña galería de moda, y no hay duda de que quien se para ante su escaparate acaba fijando la mirada en él, aunque también tiene grandes competidores en las perchas de al lado, como un espectacular kimono negro con detalles de pedrería, un vestido de novia que se sale de lo habitual, cazadoras de piel en tonos atrevidos como blanco y azul klein, minivestidos de fiesta y vistosas camisas y vestidos con estampados geométricos y coloridos que son capaces de alegrar cualquier día.