Era rompedora en cuestiones de moda y tal vez ni lo sabía€ o sí. Ella era Lola Flores, La Faraona, y en este 2020 tan raro se cumplen 25 años de su fallecimiento, así como del de su hijo Antonio poco después. Pocas dudas quedan de que en el mundo del espectáculo marcó un antes y un después, pero en el de la estética y la moda también lo hizo.
Escotes impensables para la época, volantes tamaño XXL, accesorios dorados y un rabillo del ojo marcado hasta el infinito. Esas eran sus señas de identidad y las grandes aportaciones a un universo flamenco que la aupó como icono pop para las nuevas generaciones. Atrevida y valiente en el vestir, fue una influencer antes de que se inventara el término. Se animó con todas las tendencias, pero ante todo, y por encima de todo, lució como nadie la bata de cola. "Mi bata de cola no me la quita nadie. Moriré con ella puesta, en el escenario espero que no, pero haré todo lo posible para que así sea. Y en la caja igual pido que me la metan", dijo en un momento de su vida La Faraona. Si aquello llegó a ocurrir o no€ no lo sabemos.
Vestir para la ocasión
Si bien sobre el escenario mandaba el folclore, cuando se bajaba de él era la más moderna de las cantantes de la época. La artista lucía vestidos minifalderos de colores luminosos y potentes, monos con estampados geométricos, botas altas, prendas ceñidas y tacones enormes sin ningún tipo de reparo. Cuando en 1957 las cosas en España, en cuestión de estética y de casi todo, estaban más que limitadas, ella y Antonio (¡antes de casarse!) se fueron al festival de Venecia y de allí a Roma. Se codearon con la flor y nata del momento y ella vistió a la altura de las circunstancias, con los pantalones capri que Audrey Hepburn hizo famosos y el escote abierto a lo Brigitte Bardot. Aquella indumentaria sirvió para dejar claro en Italia que sí, que ella era folclórica y llamativa, pero sabía vestir en cualquier ocasión. Vamos, que si tocaba coincidir en un evento con el exministro franquista Manuel Fraga y con Cayetana Fitz-James Stuart, duquesa de Alba€ pues ella se plantaba con un elegante traje de dos piezas blanco y salía airosa como la que más.
El 'brilli-brilli'
Antes de que se acuñara el término brilli-brilli la Flores ya lo aplicaba en cada momento de su vida. Y es que el minimalismo no estaba hecho para la gran Lola, ni en el vestir ni en los complementos. Apasionada del oro amarillo, lo lucía sin medida siempre que tenía ocasión. Si en algún momento intentaba dotar a su vestuario de un aire más regio, todo se venía abajo cuando echaba mano de su joyero. Algo así ocurrió cuando en el bautizo de Antonio hijo (con un fiestón al que asistieron 300 personas) se decantó por un sencillo vestido negro con el que solo consiguió que resaltaran más las enormes joyas con las que lo acompañó.
De YSL a Lola Flores
La mayoría de los españoles no había oído hablar del diseñador francés Yves Saint Laurent, y mucho menos de la sahariana. La mítica chaqueta, confeccionada en lino o algodón, ceñida a la cintura y provista de cuatro bolsillos, se concibió originariamente como una prenda de carácter militar, utilizada por la Armada inglesa en la India a comienzos del siglo XIX. Y eso fue así hasta que llegó en la década de los 70 el maestro Yves Saint Laurent y la adaptó a la mujer moderna. Creó una prenda clásica que sigue vigente hoy en día y que se ha reinventado miles de veces. En aquel momento sus musas eran mujeres como Loulou de la Falaise, Betty Catroux o la modelo Verushka, pero Lola Flores la vistió con mucha más alegría que todas ellas juntas.
El primer diseñador en subir un caftán a la pasarela fue Christian Dior a finales de los 50. Sin embargo, fue otra vez el gran creador Yves Saint Laurent quien lo popularizó y lo transformó en traje de gala o ropa casual en los años 60. Luego llegaron los 70 con su estilo hippie-chic y las celebrities más glamurosas se volvieron locas por contar con un caftán en su vestidor. Fue Elizabeth Taylor, la faraona de Hollywood, tras el rodaje de Cleopatra en Marruecos, quien hizo de esta prenda su outfit estrella. La utilizó en infinidad de ocasiones, incluso en una de sus bodas con Richard Burton. En España las cosas eran diferentes, pero a Lola Flores le faltó tiempo para hacerse con el suyo, eso sí, en este caso con bordados de colores y con detalles brillantes.
Y ojo, que ella se atrevía también con los ponchos, algunos de ellos bordados con flores y decorados con flecos, que parecían más un mantón que otra cosa. ¡Viva el maximalismo!
Los estampados
Dentro de ese maximalismo que le acompañaba en su vestuario no podían faltar los estampados. Y a pesar de lo que se pueda pensar, sus preferidos no eran las flores, sino los lunares y los de animales. Los de leopardo y los de tigre le apasionaban, y no se cortaba a la hora de combinarlos con oro, joyas y con ese rabillo del ojo tan marcado en negro que le acompañó toda su vida.
Hay una anécdota muy recordada en cuanto a los estampados y La Faraona. Se remonta a una recepción en Zarzuela a la que asistió Lola ataviada con una falda de volantes y lunares. Hasta ahí nada destacable, pero es que el pañuelo del Rey, que llevaba el brazo en cabestrillo tras un accidente, contaba con el mismo estampado que lucía la artista en su vestido.
Frases que pasarán a la historia
Lola dejó huella en el universo artístico, de eso no hay duda, pero no solo en ese ámbito. También dejó su legado en el imaginario popular, y no solo estético, sino también en lo que a frases memorables se refiere.
"Si me queréis, irse"
Que levante la mano el que no ha dicho esta frase entre risas en algún momento de su vida. Y es que estas cuatro palabras ganaron más protagonismo en la boda de Lolita que la propia novia. Agosto de 1983. La Faraona, como no podía ser de otra manera, hizo una invitación pública simbólica a la boda de su hija, solo que la gente no entendió lo de simbólica y aquello se salió de madre. En la iglesia no cabía un alfiler y la situación se descontroló. Aquel, "Si me queréis, irse" le salió a Lola Flores del alma. Estaba dicho fatal en cuanto a las normas del idioma, pero lo sintió desde dentro.
"Si una peseta me diera cada español"
Muy famosos fueron los problemas de Lola Flores con Hacienda. Problemas serios, muy serios, que ella argumentó como un olvido€ o un descuido. Vamos, que no hizo la declaración de la renta. A La Faraona no se le ocurrió mejor manera de solucionar el entuerto que pidiendo ayuda a España entera para poder pagar la multa. Y ahora nos creemos muy modernos hablando de crowdfunding€ Para más inri, sus hijas han aclarado que renunciaron a la herencia aconsejadas por el abogado, ya que les dejó más deudas que patrimonio. Creemos que nadie le dio su peseta.
"Muchas gracias pero el pendiente no se puede perder, Íñigo"
"Muchas gracias pero el pendiente no se puede perder, Íñigo"
Corría 1977 y Lola Flores grababa en la sala Florida Park de Madrid un disco en directo. La Faraona en estado puro, vestida con un traje de lentejuelas y flecos y con dos pendientazos de oro. Con ese arte y esa intensidad que derrochaba en cada actuación, se arrancó a cantar y bailar, y en uno de los giros vertiginosos uno de los pendientes se perdió. Ella, sin pensárselo un minuto, paró la música y se puso a buscar en el suelo. "Perdón, pero se me ha caído un pendiente enorme. Bueno, ustedes me lo vais a devolver porque mi trabajito me costó. Muchas gracias de todo corazón pero el pendiente, Íñigo (José María Íñigo), no lo quiero perder, por favor".