¿El vaso está medio lleno o medio vacío? Es el último día del año y la gente le está dando vueltas a lo que han hecho estos 365 días y lo que harán los que vienen. Esta es una época particularmente buena para martirizarse con palabras como “debería” y frases del estilo “no he hecho...”.
Buena parte de estos reproches surgen por no alcanzar los propósitos fantásticos y alejados de la realidad que nos marcamos el 1 de enero. Pero, si sabemos que no los vamos a alcanzar, ¿por qué siempre nos planteamos nuevas metas con cada nuevo calendario?
Tenemos amplios motivos para ser pesimistas en todos los aspectos: tendencias autoritarias a nivel mundial, la vivienda nos ahoga, la polarización parece habernos separado de manera irreparable, nos hundimos más en el colapso climático… Pero incluso quienes vemos el vaso medio vacío no podemos evitar ilusionarnos y tener un poco de esperanza.
Porque la esperanza no es ser optimista y punto, es una especie de fe en que, de alguna manera, vamos a salir de esta. Mi deseo para 2026 es que cuando el resto del año todo nos empuje a ser cínicos, a vivir en el momento de una manera nihilista porque todo parece estar perdido, recuperemos algo de la esperanza que nos acompaña estos días y no tiremos la toalla.