Parece que se asienta el fin del mundo según el calendario pierde fuelle y sus hojas empiezan a caer casi de manera biológica con la llegada del otoño. Con el paso de las décadas y los cambios sociales y económicos introducidos en las reglas de juego por aquellos que rigen los destinos de la Humanidad, según se acerca la Navidad, se activa un chip en cada organización, institución e individuo que, a su vez, acelera metabolismos propios y ajenos dejando al personal un tanto trastocado. Y, lo peor no es eso, sino que cada año, esta situación gana en intensidad. Ya no vale con prever acontecimientos, obligaciones y servidumbres propias y ajenas, impuestas o asumidas, ligadas a la llegada de fechas que, efectivamente, son especiales como parte de la tradición cristiana, sus costumbres y tradiciones aceptadas convencionalmente. Todo eso sigue existiendo, pero como mero acompañante (y menor) de los hitos ideados por otros profetas, quizás no caracterizados por su bondad y su palabra reconfortante, pero sí por su capacidad para la conversión de masas. Me refiero a Amazon, AliExpress o Shein, muy capacitados para afianzar a fieles (y a sus monederos) con milagros como la sucesión de black fridays, cyber mondays, días del soltero y similares.