Como los viejillos de nuestro amado templo del cortado mañanero están ya cansados de hablar otra vez del que tenía el culo blanco, de su heredero el bribón y de todas esas cosas que algunos les intentan contar ahora como si ellos no las hubieran vivido en primera persona, y como hasta a nuestro querido escanciador de café y otras sustancias le está dando mucha pereza discutir sobre las culpas de las corruptelas varias, podría parecer que el bar está de un soso otoñal de aquí te espero. Pero no. Primero, porque el otro día nuestro barman se presentó en la cena de los viernes con unos hongos de órdago y, bocado a bocado, se fueron unos cuantos males. Segundo, porque varios de los abueletes llevan días planeando su desembarco de Normandía en la noria y el carrusel del centro de la capital de la patata. Y no se trata de acudir para imbuirse del espíritu navideño. No. Para empezar, quieren presentarse con unas camisetas con la bandera de Vigo para demostrar quién manda todavía en esto de liarla parda por fin de año. Además, están deseosos de comprobar hasta dónde van a poder ver del interior de las casas de la plaza que más cerquita pegan al círculo giratorio en cuestión, puesto que hay apuestas sobre colarse por las ventanas y tal...
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