Parqueando

Hace ya tiempo que servidor es usuario habitual de los parques infantiles de la ciudad. Rara es la tarde que no paso un rato entre columpios, toboganes y balancines. Algunas de estas zonas de juego las frecuento con regularidad y, con el tiempo, creo haber visitado suficientes como para tener una idea aproximada del estado general de estos espacios a lo largo y ancho de la ciudad. Y el balance es negativo. El estado de gran parte de estos parques es, cuanto menos, mejorable. Hay episodios de vandalismo e incivismo, pero la mayoría de los desperfectos que acumulan son el resultado del paso del tiempo y un escaso trabajo de mantenimiento y limpieza. Cuando se avisa de alguna incidencia relevante o peligrosa, como un clavo a la vista, un escalón que falta o elementos sueltos, los operarios municipales lo subsanan con rapidez. Un punto positivo para el canal que establece el buzón ciudadano. Al margen de esto, se echa de menos una manita de pintura cada cierto tiempo, una limpieza regular de sus suelos, que con el frío y las hojas se convierten en pistas de patinaje, o una mejora de la iluminación, escasa ahora que el cambio de hora anticipa la noche a las seis de la tarde. Seguro que hay cuestiones más importantes pero es una de esas cosas de las que la gente habla a la hora del café y que cuentan a la hora de vender la imagen de cómo está nuestra ciudad.