Por desgracia, en nuestro amado templo del cortado mañanero tenemos que aguantar al otro lado de la barra a un hombre siempre de mal humor, que no invita a nada, que te busca las cosquillas y que nunca te deja de hablar cuando necesitas estar en silencio, ni te da pie cuando estás loco por charlar. Vamos, un cardo borriquero. Pero, por suerte para la humanidad en su conjunto, nuestro querido escanciador de cafés y otras sustancias no es lo común. Pasa en el Andagoya, uno de esos sitios de Coronación que si no existieran, habría que inventarlo. Este viernes, de hecho, el becario ha convencido a su progenitor para que cierre por la tarde el bar en señal de respeto. Incluso no se descarta la organización de una delegación de los viejillos para acudir a la despedida. Las jefas que durante tanto tiempo han sido el pilar de este local, aguantando a aneuronales como el que escribe, han decidido que ya vale. Es hora de empezar otra etapa en la vida. Detrás quedan años de ofrecer a la ciudadanía de Gasteiz un lugar para divertirse, charlar, compartir, beber, comer, reírse y, sobre todo, sentirse bien. En eso, nuestro bar y el Andagoya se parecen mucho. Así que solo queda darles las gracias y desearles lo mejor a unas mujeres libres, fuertes y eternas.
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