¿Recuerdan aquello de la mujer del César? Obviando el machismo rampante que subyace en la expresión, vayamos a la esencia del asunto, el hecho de que estar en el poder o cerca del poder no solo debe implicar ser honesto sino parecerlo. Miguel Ángel Gallardo, a la sazón secretario general del PSOE de Extremadura, recogió el pasado día 20 sus credenciales como nuevo diputado de la Asamblea de Extremadura. Al día siguiente, la jueza que investiga el caso del hermano del presidente del Gobierno ordenó la apertura de juicio oral contra, entre otros, Gallardo. ¿Y qué ocurre? Varias cosas. La fundamental, es que Gallardo, con su acta de diputado autonómico, estrena también condición de aforado. ¿Qué significa eso? Que su caso debería pasar al Tribunal Superior de Justicia. Y, por el camino, para que Gallardo haya llegado al acta parlamentaria han renunciado la diputada que ocupaba ese escaño y las cuatro personas que iban antes que él en la lista del PSOE. Para acabar de echar leña al fuego, Gallardo tira de ironía y plantea, “puesto que el PP está muy interesado” por su aforamiento, una reforma del Estatuto para suprimir los aforamientos. Hombre... Sin prejuzgar la causa judicial de fondo, lo cierto es que estos movimientos muy estéticos no parecen. Y la estética en política también es importante.