No es por ser un cenizo, pero las señales (muchas y variadas) empiezan a ser evidentes. El mundo llega a su fin, al menos, tal y como lo conocemos. Lo escribo así porque en un ejercicio de estrabismo profesional, me acabo de repasar todos los vblogs, canales y redes sociales que conozco que habitan en el sancta sanctorum de los influencers, youtubers y creadores de contenidos más escorados hacia movimientos, creencias y posiciones ultramontanas. Como no soy una persona malpensada, me imagino que todos esos trabajos audiovisuales están realizados bajo estrictos controles deontológicos y repletos de un dechado de profesionalidad periodística. Por eso, creo que puedo concluir sin mucho espacio para el error, que si aún no ha subido Satanás a la superficie de la Tierra para hacer su trabajo de selección de almas es por falta de espacio en el Infierno. A buen seguro, allí también sufren problemas de logística para gestionar el castigo a tantos pecadores (progresistas, nacionalistas, pobres, ucranianos, adictos al fentanilo, canadienses, demócratas, industriales chinos...). Así que no me extraña que desde el inframundo se decida, vistos los ejemplos de éxito que existen en la superficie, deportar a miles de ánimas a macrocárceles para su buen procesado.
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