Está maquinando nuestro amado escanciador de cafés y otras sustancias cómo sustituir este viernes todos los pintxos cárnicos de la barra por versiones vegetas o, como mínimo, solo de pescado. Dice que el otro día soñó con su madre, que era muy de guardar las fiestas santas, y que en honor a ella nos va a someter por lo menos a una jornada de vigilia en nuestro querido templo del cortado mañanero para ver si, por lo menos unos pocos, purgamos nuestros pecados. Lo curioso es que la parroquia de viejillos, incluso aquellos que no se saltan ni por asomo su dieta diaria de torrezno y oreja, no está diciendo ni esta boca es mía. Eso sí, por el interés te quiero Andrés. Resulta que varios aitites, cansados ya de llamadas telefónicas que les quieren volver locos con las compañías de la luz y el gas y de los bancos que les hacen ofertas maravillosas para invertir los tres euros juntados tras una vida de trabajo, se han propuesto convertir al barman en el custodio de sus bienes. Razonan los abuelos, y no les falta razón, que un hombre tan amarrategi que no ha invitado nunca a nada y que además gasta una mala leche de cuidado, sería el mejor guardián de sus enseres ante tanto desalmado. El mencionado, eso sí, no está dispuesto a hacerlo gratis et amore, y claro, ya la tenemos montada.