Escribía por aquí al inicio de los Juegos Olímpicos que no hay heroína o héroe sin su némesis, sin ese rival enorme que engrandece sus hazañas. Lo mantengo. Pero el deporte tiene a veces la grandeza de mostrar lo mejor del ser humano.

No hablo de lo de citius, altius, fortius, sino de esos gestos en los que reconocer humanidad, respeto. Probablemente habrán leído la historia de Arshad Nadeem, campeón olímpico de jabalina. La medalla de oro de Nadeem no solo estableció un nuevo récord olímpico, sino que rompió para su país, Pakistán, 40 años sin lograr un oro en los Juegos.

Al parecer, Nadeem llevaba usando la misma jabalina desde 2015 y no disponía de los 80.000 euros que cuesta una nueva. Esto le obligó incluso a tener que operarse por una lesión en el codo. Pese a haber sido subcampeón mundial, las autoridades paquistaníes tampoco consideraron la opción de ayudarle. Fue su colega y rival indio Neeraj Chopra, celebridad en su país, quien utilizó sus redes sociales para iniciar un crowfunding y echarle un cable.

Con su jabalina nueva gracias a la iniciativa de Chopra, Nadeem subió en París a lo más alto del podio por delante del atleta indio, que fue plata. Nadeem y Chopra sobrevolando la histórica rivalidad Pakistán-India por Cachemira. Un gesto es solo eso, no soluciona nada. Pero su existencia es prueba de que lo imposible, a veces, puede no serlo tanto.