Ir a Mendizorroza cada quince días es uno de los mejores planes de los que disfruto regularmente. Reconozco que de un tiempo a esta parte la vida no me depara grandes emociones, más allá de las que acompañan al quehacer cotidiano, que no por ordinario deja de suponer un reto. Acudir al templo albiazul es una ocasión para vibrar, sufrir y celebrar o lamentar. La vida misma en 90 minutos sin miedo a que la experiencia deje huella. Afortunadamente solo es fútbol. El caso es que seguir al Glorioso lleva dos años siendo un auténtico disfrute. Cualquier alavesista sabe que en nuestro ADN portamos una dosis de agonía –cómo olvidar el penalti de Villalibre– pero el balance es sobresaliente y no puedo hacer otra cosa que agradecer a quienes lo han hecho posible. Los jugadores han honrado la camiseta en cada partido magistralmente comandados desde el banquillo. Luis García y sus hombres ya han grabado sus nombres en las páginas de oro de este centenario club. La dirección deportiva ha estado acertada en sus decisiones virando por completo el rumbo que nos condujo al descenso. Y la afición ha demostrado una vez más, por si quedaba alguna duda, que es el mejor activo del club y que hay pocas a su altura. ¡Qué tardes hemos vivido en Mendi! A todos ellos quiero dar las gracias por hacerme vivir dos años inolvidables. Eskerrik asko.