“Ojalá también asistir al final de esta partida, obligando a que quienes ahora pretenden echarme a la calle por la puerta de atrás tengan que mirarme a la cara”, decía el martes José Luis Ábalos. Palabras ingenuas o cínicas para alguien que conoce de sobra el percal político porque fue nada menos que secretario de Organización del PSOE y uno de los principales apoyos del entonces defenestrado Pedro Sánchez en su reconquista de Ferraz. Así es la política, cruel y despiadada porque, como dice el adagio, los adversarios se sientan en la bancada de enfrente y los enemigos, en la tuya. La rebelión de Ábalos ahonda en un final de febrero horribilis para Sánchez, unas semanas que están poniendo a prueba su Manual de Resistencia. El caso Koldo amenazando con mutar en caso Ábalos continúa el vía crucis iniciado con las elecciones gallegas; aunque quizá, quién sabe, hasta ha servido como amarga cortina de humo al golpe electoral. Con Ábalos ya en el Grupo Mixto –cosas veredes, cuánto camino por recorrer en la asunción de responsabilidades políticas–, ayer el Tribunal Supremo irrumpió en escena para abrir causa penal a Carles Puigdemont por terrorismo en el caso Tsunami, añadiendo más presión a la negociación de ley de amnistía entre PSOE y Junts a una semana de que concluya el plazo para su aprobación. Lo que está claro es que la nueva temporada de esta serie mantiene la tensión en todo lo alto.