Con 30.000 muertos ya sobre un terreno devastado el Gobierno israelí va a entrar a sangre y fuego en el último reducto en el que la población civil de Gaza podía refugiarse. Atrapados entre la frontera con Egipto y los tanques de Netanyahu, un millón de palestinos han sido conminados a marcharse para no ser tomados automáticamente como enemigos y por tanto legítimos objetivos de Israel. ¿Marcharse adónde? Durante décadas el conflicto de Oriente Medio ha sido utilizado como un frente proxy para la eterna y maniquea pelea entre las izquierdas y las derechas occidentales, cuando la obligada posición sobre lo que ocurre allí es prepolítica, porque se trata de la defensa de los derechos humanos, siempre y en todo lugar, en Ucrania, en Yemen, en el Congo, en El Salvador y sí, también en Palestina, con sus asesinatos indiscriminados de civiles, sus desplazamientos forzosos de población y la deshumanización de todo un pueblo que ha perdido toda esperanza de tener, no ya un futuro en paz, sino un futuro a secas. En esta última guerra de Gaza, total, de exterminio, el propósito genocida de Israel es tan evidente que los pueblos, y cada vez más gobiernos, se resisten a mirar hacia otro lado, porque quizá la Justicia no, pero la Historia dictará sentencia sobre lo que está pasando.