Tenemos estos fines de semana a varios viejillos de nuestro amado templo del cortado mañanero con más tiempo libre que longanizas. Por lo general, a su función de babysitter de lunes a viernes se suele unir una agenda de lo más apretada con partidos de los nietos los sábados, más invitación dominical a los querubines para que consuman croquetas como si no hubiera un mañana a la hora del vermut. Pero de un tiempo a esta parte, puedes ver a varios de estos aitites con la sonrisa puesta en la barra del bar, sin tener que estar pendiente de ningún mandado. Ha llegado el momento de su venganza anual cuando se acercan carnavales. Por alguna extraña razón, hay padres y madres que consideran una buena idea pasar los fines de semana de esta época del año vestidos de las cosas más estrafalarias mientras se tiran horas y horas ensayando coreografías elaboradas por expertos en tortura china para preparar dos, solo dos, desfiles por medio de Vitoria con el consiguiente peligro de que en uno o en ambos de los recorridos nieve, llueva o, peor, haga un calor de narices. Eso tiene liberados a los veteranos, que lo único malo que ven a este plan es que llegarán el 10 y el 11 y se tendrán que tirar siete horas de pie en la calle Francia para ver a sus nietos y, peor, a sus hijos haciendo de patata loca o vaya usted a saber.