Nadie está a salvo de pisar un charco. La clave es sacar los pies a tiempo y no chapotear. Es difícil excusar los actos de Luis Rubiales. Hablo de los más recientes, ya que el presidente del fútbol español acumula un amplio historial de polémicas. No poner paños calientes no implica obviar que cualquiera puede caer en comportamientos machistas. Sobre todo siendo hombres, con una personalidad formada en una cultura patriarcal que lleva imperando siglos. Hay lastres pesados y ni siquiera posicionarse como feminista es garantía de no caer en el machismo. El primer paso para avanzar en igualdad es reconocer esta realidad y estar abierto a despojarse de esa carga y escuchar. Todo lo contrario a lo que hizo Rubiales, cuya primera reacción fue el insulto y negar la mayor. Le faltó decir que no podía ser machista porque tiene madre. La gestión de la comunicación de la RFEF también es para estudiarla en facultades para aprender todo lo que no hay que hacer. Presiones a la jugadora, declaraciones inventadas y unas disculpas que no lo eran. Un plan sin fisuras. Lo positivo de esta bochornosa polémica que ha opacado el hito deportivo de las futbolistas es que ha servido para que un montón de señores –periodistas, entrenadores o presuntos diplomáticos– se hayan retratado en público con sus reacciones. Un beso en los morros a todos ellos.