Dicen los más habituales de nuestro amado templo del cortado mañanero, que estos días tenemos bastantes caras nuevas por el local, poniendo en duda que esto se deba a la amabilidad de la parroquia o al buen servicio del local. Ha habido alguna teoría sobre la posibilidad de que este aumento de clientela se deba a que el caldo de este sitio es conocido allende los mares por ser enriquecido por tanto vino, que a veces es complicado saber de qué hay más. Pero varios de los viejillos sospechan que la afluencia extra tiene que ver en realidad con un fenómeno cada vez más extendido por Vitoria aunque a los abueletes les parezca inexplicable que alguien quiera cogerse vacaciones en enero. Por esta sacrosanta ciudad se ven estas semanas muchos carteles que anuncian que los dueños y las dueñas de los templos del buen beber y mejor yantar están en plena fiesta de la palmera melocotonera. Y aquí es donde los aitites, que llevan unas cuantas jornadas con los calzoncillos pulgueros pegados con Loctite por aquello del frío, no terminan de comprender que alguien se vaya de parranda cuando los termómetros tiritan y es de noche a las tres de la tarde. Por de pronto, están vigilando como halcones a nuestro amado escanciador de café y otras sustancias ante cualquier amenaza de coger las de Villadiego.