Con la mejor intención les desearon felicidad para este todavía bisoño 2023, pero piensen si les conviene perseguir tan ambiciosa meta. Más que nada porque no depende enteramente de ustedes al mediar factores externos ajenos a su control. Por eso yo les sugiero cambiar felicidad por serenidad, pues lo que sí está en nuestra mano es responder con templanza a lo que nos ocurra, en especial con sucedidos desagradables. Y no olviden aquello que dijo John Lennon de que la vida es eso que pasa mientras hacemos planes. Menos si ya dejaron atrás la cuarentena, la vejez de la juventud, para adentrarse en los 50 y por tanto en la juventud de la vejez, según Víctor Hugo. El sabio autor de Los miserables, ojo.  

Si la felicidad constituye un cuento chino, disculpen la crudeza, lo del covid en China no está para milongas. Como esa sandez de que puede atenuarse la alerta mundial ante los 250 millones de contagios reconocidos solo en los primeros veinte días de diciembre con los controles a los vuelos procedentes de China. Como si ninguno de los 1.400 millones de chinos hicieran escalas en aeropuertos cuando viajan y ahí no se mezclaran con otros congéneres. Todo Occidente contiene la respiración para que no se registre una mutación letal que anule la inmunización generalizada por la suma de transmisión comunitaria más vacunación y que no es tal en la República Popular, cuyo gobierno vuelve a mentir con cifras oficiales de muertes que no se corresponden con las de contagios. En plena expansión ahora por las zonas rurales, a la espera del pico de infecciones a finales de este mes por las fiestas del Año Nuevo Lunar. Y nos dicen que tranquilos, oigan. Ya, ya. 

Las calles de China no conozco, pero por las nuestras camino despreocupado, lo siento por los tremendistas de guardia. Los mismos que avisan de una presunta inseguridad que no se compadece en absoluto con el índice de criminalidad vasco. Otro cuento chino, porque aquí disfrutamos de cotas más que razonables de seguridad, en especial en lo que atañe a los delitos contra la integridad de las personas. Por mucho que inquiete con razón la proliferación de armas blancas en el espacio público con 650 hechos delictivos contabilizados el último año por la Ertzaintza en Euskadi, 174 en Vitoria-Gasteiz agregando las infracciones por tenencia. Con nuestro cruento pasado reciente, mejor cuidarse de fomentar un alarmismo tan infundado como interesado. 

Dejo para el final el cuento vaticano, que nos habla del papa recién enterrado como un teólogo brillante que afrontó abiertamente los abusos sexuales, en realidad un tolerante con los curas pederastas que sin embargo denigró la homosexualidad como “deformación de la conciencia”. Bergoglio no será Ratzinger, pero el problema de la Curia radica en que se trata de una gerontocracia anquilosada, nada infalible y poco piadosa. Viene al caso el aserto del compositor Hector Berlioz: “El tiempo es un gran maestro; lo malo es que va matando a sus discípulos”.