Según FundéuRAE, la palabra del 2022 fue inteligencia artificial, pero si me hubiesen preguntado a mí habría dicho que la elección debería haber sido ahorrar, con todos sus sinónimos conocidos, que seguramente ha sido la que más ha utilizado el ciudadano común en su día a día. No en vano, después del coronavirus vino el sopapazo de la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Y, con la guerra, una crisis económica sobrevenida que nos ha deparado un encarecimiento de la vida hasta términos desconocidos. Hoy todo es más caro que hace un año; pero no un poco más caro, sino considerablemente más caro. Los precios se han disparado. Alimentación, luz, gas, combustibles... La lista es extensa, pero afecta a lo más básico en el día a día de cualquier ciudadano y, por ello, casi todo el mundo se las ha ingeniado para tratar de rebajar un poco sus facturas. Apretados los cinturones y visto que se puede seguir viviendo más o menos igual con ese ahorro, cabe preguntarse si los dispendios que antes se hacían en muchos casos –y las Navidades son siempre claro ejemplo de ello– eran indispensables. Está claro que no, pero aún hay sectores, muchos de ellos relacionados con el gasto del dinero público –como ese alcalde que tendrá las luces navideñas encendidas hasta el 15 de enero–, que no se han dado por enterados.
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