Ha pasado una eternidad pero todavía recuerdo como si fuera ayer el día que te conocí en la universidad. Solo faltó que me dijeras que veraneabas en Pradoluengo, al lado de Cerezo –el pueblo de mi madre–, para que surgiera la química entre ambos a las primeras de cambio. Luego ya sabes todo lo que vino. Una amistad sana y cojonuda. Acuérdate de las horas que nos saltábamos de Sociología para jugar una partida a la pocha en la cafetería, las fiestas de la uni o incluso aquel viaje a Palma de Mallorca para celebrar que éramos periodistas. El último día que estuvimos juntos y con nuestras familias fue el 8 de octubre. Tuviste el detalle de invitarme a El Plantío para que viéramos el partido entre el Burgos y el Alavés. Tú acabaste más contento que yo porque nos metisteis una buena tunda pero lo pasamos fenomenal. Menudo atracón de comida que nos metimos entre pecho y espalda con el lechazo y por la noche en el palco del estadio con el jamón de bellota. Ahora estás en la UCI de un hospital pero sé que vas a salir de esta porque eres como una roca. Todavía tenemos muchas cosas que celebrar. Imagínate que el Burgos y el Alavés ascienden este año a Primera. Sería la pera. Ponte bueno por mí, tus amigos y, sobre todo, por Inma, Himilce y Helder. Te quiero tío.