De vez en cuando, hay jornadas filosóficas de pata negra en nuestro amado templo del cortado mañanero, de esas de Platón para arriba, que como te despistes un segundo, te pierdes el detalle de la esencia del razonamiento del momento y estás jodido. Total, que el lunes, así para empezar bien la semana, uno de los jóvenes dijo que menos mal que nos acercamos a una época de buenos sentimientos, de querernos todos, de comer como si no existiesen los nutricionistas y de soñar que o nos toca la Lotería, o el Niño o los regalos que siempre hemos soñado o todo a la vez. Claro, los viejillos fueron a por él sin misericordia ninguna. Mameluco inane fue lo más fino que se pudo escuchar para dejar claro que en este local el espíritu navideño está rozando la parte interna del núcleo de la tierra. Aunque la cosa se empezó a poner en nivel pro cuando uno de los abueletes soltó: perdona majo, pero el que ha nacido coyote, nunca será correcaminos. Canela fina, oiga. Se quedó todo en silencio, salvo el becario –o sea, el hijo de nuestro querido escanciador de café y otras sustancias–, que se encaró con los venerables por su mal humor. Y lo hizo citando a los clásicos, a Violadores del Verso, cuando decían lo de “o me va a estallar el pecho aquí mismo y voy a mancharlo todo de dolor, que es un color feísimo”.