Vive tiempos convulsos la red del pájaro azul como consecuencia de la agitación que ha generado su compra por parte del caprichoso multimillonario Elon Musk. Tras varios amagos y pasos en falso, el también dueño de los coches eléctricos Tesla abonó cerca de 41.000 millones de euros por empezar a manejar a su antojo la gran plaza pública mundial. Su imagen del 26 de octubre accediendo a la sede central de Twitter, con un fregadero de porcelana blanca entre sus manos, fue ya toda una declaración de intenciones sobre las erráticas decisiones que ha ido tomando después. No dudó en recurrir al correo electrónico para comunicar a 3.700 empleados su despido, además de cerrar la vía del teletrabajo y obligar a la presencialidad en las oficinas. Su peregrina idea de cobrar siete euros a las cuentas con el símbolo azul de verificación está metida en el congelador después de unas jornadas en vigor donde se produjeron disparates como un Jesucristo “verificado”, una cuenta falsa de Joe Biden, un George W. Bush que “echaba de menos matar iraquíes”, un Tony Blair alternativo e impostores haciéndose pasar por todo tipo de personalidades. Además de todo esto, Musk ha levantado el veto a la cuenta del siempre imprevisible y errático Donald Trump.