Este lunes se celebró el Día Mundial de la Salud Mental y organizaciones e instituciones aprovecharon la efeméride para alertar sobre el aumento de los casos, sobre todo a raíz de la pandemia y especialmente entre los jóvenes, y para hacer un llamamiento a visibilizar y normalizar una cuestión de salud pública que durante demasiado tiempo ha sido silenciada y cubierta con un manto de prejuicios. Es imposible seguir soterrando una problemática que motiva una de cada cuatro consultas en atención primaria con la ansiedad y la depresión como principales diagnósticos. La OMS calcula que un 25% de la población padecerá algún tipo de trastorno mental en su vida. En los últimos años la salud mental se ha colado en el debate público sin que eso se haya traducido en una mejora considerable de los recursos. El Estado sigue a la cola de Europa en número de psicólogos por habitante y las terapias privadas están lejos del alcance de muchos bolsillos. Mientras, España lidera el consumo de psicofármacos. Hace falta inversión pero también poner el foco en las causas de los problemas, que en muchas ocasiones tienen que ver con el mundo frenético, cada vez más artificial e hipercompetitivo por el que deambulamos haciendo equilibrios con cada vez menos red de seguridad.
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