Las investigaciones periodísticas han desnudado en las últimas jornadas las interioridades económicas de un club como el Barcelona. Se detallan con toda minuciosidad las brutales exigencias de sus estrellas y se entienden las causas que han situado a la institución al borde la quiebra. Futbolistas como Gerard Piqué, Neymar o Leo Messi mostraron su lado más voraz para saquear las arcas del club con el beneplácito del entonces presidente, dispuesto a ceder a todas las pretensiones de sus estrellas. Se pueden leer con sonrojo banales peticiones como disfrutar de un palco en el estadio las familias del jugador argentino y Luis Suárez, un vuelo en avión privado para viajar a Argentina en Navidad o el ‘bonus’ de 10 millones de euros únicamente por estampar su firma en el contrato de renovación. (Para sí quisieran el resto de mortales esta bula cuando acceden a la estabilidad que supone tener asegurado un puesto de trabajo). No debían parecerle suficientes al astro argentino los 74,9 millones de euros netos que ganaba cada temporada, solo por dar patadas al balón, como para tratar de exprimir más al club con el resto de peticiones. Definitivamente, el fútbol ha perdido el norte y demasiado está aguantando esta burbuja sin saltar por los aires y hacerse añicos.