Aún me estoy relamiendo las mieles del triunfo del otro día en San Mamés. Quizás no fue un derbi brillante ni con jugadas de relumbrón. Pero bastó. Ante un rival siempre complicado, la granítica disposición sobre el césped del grupo de Eduardo Coudet sirvió, con una pizca de suerte y una intervención no demasiado afortunada del guardameta rival (también alavés), para ganar el partido y situarse en la clasificación con el desahogo necesario. Claro está, de momento. En este punto, los más puristas tienden a recordarme que el curso pasado el Glorioso también empezó como un tiro para, con posterioridad, pasarlas de todos los colores para mantenerse entre los mejores del fútbol estatal, que se logró casi a última hora y con trabajo a destajo. Ya saben aquello de que el fútbol es así, dicho al que yo me atrevo a apostillar: que nos quiten lo bailado. Creo firmemente que, siempre con los pies en el suelo, no conviene obviar las alegrías de cada momento y vivirlas como lo que son, intensas y efímeras, porque hay que ir partido a partido y degustarlos si se dan bien. Ya llegarán las derrotas y los sinsabores, que los habrá, porque las temporadas actuales duran eones. Hasta que lleguen, habrá que alardear de equipazo ante propios y extraños.