Hace tan solo unos días que nuestra hija ha empezado el colegio, y tengo que admitir que la etapa de adaptación se hace cuesta arriba en muchas ocasiones, no solo para ella sino también para nosotras y, de rebote, también para la familia. En nuestro caso tenemos a mi madre como okupa en casa ¡y menos mal! Ella es la que está encargándose de la adaptación de June, cosa que, a mi manera de entender la vida, no me parece ni medio normal. Seguimos viviendo en una sociedad en la que se nos exige que seamos madres como si no trabajásemos y luego se quejan de que baja la natalidad. Señores, si buscamos un cambio en la educación, que parta de una mirada más respetuosa, teniendo más en cuenta a nuestras hijas e hijos, debemos partir de una conciliación real donde nadie tenga que elegir entre trabajo o hijos, flexibilizando los horarios y teniendo en cuenta las circunstancias de cada persona. En la mayor parte de los puestos de trabajo no se permite acompañar este proceso de adaptación como merece, respetando a cada niño y niña en sus tiempos y acompañando sus emociones como se merece. Una verdadera adaptación parte de una sociedad donde se incluyen leyes que aborden este aspecto tan importante para todos y todas. Vamos a ver si le damos una vuelta ya.