ubo un tiempo, allá por los años 70, en el que las mujeres de Vitoria no podían elegir. Cuando se casaban automáticamente tenían que dejar el trabajo en el que llevaban años formándose junto a sus compañeras (muchas de ellas en fábricas y grandes talleres de costura) para meterse en casa, criar a los hijos y dedicarse a "sus labores". Es verdad que algunas lo hicieron por voluntad propia. Pero otras se vieron obligadas. Nadie les preguntaba si querían seguir trabajando después de casarse porque ni los maridos ni las familias contemplaban esa opción. Son miles las vitorianas que no tuvieron otro camino que dedicar sus vidas al cuidado de sus casas, sin desempeñar ninguna profesión retribuida fuera del hogar. Durante años han sido las primeras en levantarse para preparar los desayunos, despertar a los hijos, llevarlos al colegio, ordenar y limpiar la casa y hacer camas, hacer la compra e intentar que los números cuadren a final de mes. Sin olvidar las meriendas, los deberes, los baños y las cenas. Han sido las últimas en acostarse para dejar todo a punto para la mañana siguiente. Ahora nosotras, las que sí hemos podido elegir, sólo os queremos decir una cosa: Eskerrik asko. Por el difícil camino que nos habéis abierto. Muchas gracias.
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