l paso del tiempo pone a cada uno en su sitio. Siete semanas lleva el volcán Cumbre Vieja expulsando lava y devastando todo cuanto encuentra a su paso en la isla de La Palma. Eso no fue obstáculo para que en el pasado puente de Todos los Santos 10.000 godos pusieran rumbo a la Isla Bonita para convertirse en espectadores privilegiados de un espectáculo de la naturaleza. Hasta 17 vuelos, con todos los asientos repletos, llegaron a aterrizar en una sola jornada en el aeropuerto de La Palma. Los concienciados turistas volcánicos afirmaban sin ruborizarse llegar dispuestos a contribuir con el gasto de esos días a la recuperación económica de la isla. Triste consuelo para unos palmeros desolados por la pérdida de sus hogares y las plataneras como medio de subsistencia. A modo de jugada del destino, el viaje de regreso de muchos turistas se vio retrasado un día debido a la cancelación de los vuelos desde La Palma, por el exceso de cenizas y humo en el aire. Hubiera sido un detalle ayudar a los palmeros, al menos, dedicando esas 24 horas adicionales a limpiar la ceniza de las calles. Recordarán a aquella ministra que consideró la erupción de La Palma como un "reclamo turístico para ver en primera persona un espectáculo maravilloso e inédito de la naturaleza". Le llovieron palos, pero tenía razón.
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