oy me iba a dejar llevar en esta mesa de redacción por el calor, el maravilloso calor que ha vuelto a nuestras vidas, al menos, para disfrutarlo dos días según nos advierten los y las expertas. Iba a comenzar a escribir sobre cuánto me gusta que suba el mercurio para convencer a las y los detractores de sus beneficios cuando mi compañera de mesa me ha preguntado: "¿Has visto las imágenes de la periodista de la CNN en Kabul?". Y me ha relatado cómo la reportera era vapuleada sin pudor en una conexión, mientras mujeres periodistas afganas ya han sido conminadas a quedarse en casa y no volver a sus puestos de trabajo. Y los dedos de mis manos han empezado a escribir esto que leen para recordar a todas esas mujeres en Afganistán a las que desde hace una semana les ha dejado de parecer noticia si les llueve o les hace sol porque su vida ya no será la misma. Ni en sus casas, ni profesiones, ni relaciones, ni en nada. Soy mujer y periodista. He empatizado en decenas de ocasiones con lo que tratamos de trasladar a lectores y lectoras cada día. Pero, hoy, no puedo ponerme en la piel de lo que están pasando ellas en Afganistán. En mi empeño, tratar de que no se me olvide para que su presente no caiga en la rutina informativa. No las olvidemos.