Síguenos en redes sociales:

Mesa de Redacción

Álvaro González

Me falta una palabra

Me falta una palabra

ace un tiempo se popularizó un vídeo en el que una neskita le explicaba al mundo cómo el euskera es capaz de abrazar conceptos en una sola palabra. Corazón: bihotza, dos voces, tum tum, tum tum. Ortzimuga: el límite del cielo, el horizonte. Basamortu para el bosque que estuvo vivo pero hoy desierto. Erditu y la metáfora perfecta. Pura magia. Dicen que el alemán construye parecido. Como le oí a Lisa Simpson en un día torcido, “seguro que en alemán hay una palabra que describe esto”. Y así estoy yo, necesitado de una palabra. Necesito saber cómo voy a llamar a la sensación de retomarle el pulso a la vida. A esa libertad reencontrada de decidir hoy si junto a mis canelos para reventar Gasteiz sin las alas atadas o me voy a romperle la espalda a mi hermano el de las cuatro latas. O a los de Tudela. O a los de Túnez. Si me estiro hasta oler de nuevo el salitre sin tapujos, hombro con hombro con quienes me vieron crecer, o si me voy a Cádiz con mis gaditanos o a Cuba con mi cubano. Tantos deseos como amigos que se sienten tan cerca aunque estén tan lejos, a una pandemia de distancia. Por eso necesito esa palabra. Porque si la tengo sabré que voy a pronunciarla a voz en grito. Y entonces, con ella a mi lado, domesticada como el zorro del Principito, quizá se me hará más cálida la espera.