ablábamos ayer del culebrón Messi, pero ahí está reivindicando por derecho propio su lugar esa auténtica novela río -podría ser inspiración de una gran serie dramática tipo The West Wing o House of Cards, ahí lo dejo- que es el procés catalán y todos sus spin offs. De todos ellos, el que últimamente está más al pil pil es el del divorcio nada pacífico de eso que se ha llamado espacio posconvergente y que tiene su último episodio en la remodelación del Govern por sorpresa de Quim Torra este pasado jueves. No hay puntada sin hilo en la escena política catalana y suele ser un error observar los acontecimientos de manera aislada, sin elevar un poco la perspectiva y contemplar el contexto. “Purga política” fue el calificativo que el PDECat utilizó para definir los relevos. Gabriel Rufián, diputado de ERC, valoraba lo acontecido el jueves considerando “contraproducente e inconveniente” que el president trasladara a las instituciones la “guerra civil” desatada en la antigua CDC. Al parecer, Pere Aragonès declinó la invitación de Torra a hacer cambios entre sus consellers. El movimiento del president se interpreta como la voluntad de retrasar el horizonte electoral inminente que se adivinaba, con el hito pendiente del día 17 en el Supremo sobre la posible inhabilitacion de Torra. Sí, habrá más capítulos.
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