ace unas horas intentaba planchar la oreja mientras esparcía mis extremidades a lo largo y ancho de un sofá con el que tengo muy buena relación y en el que he conseguido recuperarme de los mil y un estragos a los que he sometido mi anatomía a lo largo de los años. Sin embargo, en esta ocasión, la paz y el sosiego que acostumbran a mecerme hasta que logro zambullirme junto a Morfeo no han aparecido. Así que no me ha quedado otra que hacer caso a la televisión que, a esas horas, siempre utilizo como sedante y a la que hoy no me ha quedado más remedio que prestar atención. Han sido apenas diez minutos, pero me han cundido como tres días. Me ha dado tiempo a empaparme de la información de sucesos más truculenta desarrollada con todo lujo de detalles, comentarios y testimonios lacrimógenos. Esa piezas precedían al salseo rosa sobre la vida de una pléyade de personajes a los que he tenido que identificar en san Google ya que, para mi desgracia, forman parte de esa troupé mediática que se retroalimenta a sí misma y que está compuesta de señores y señoras con el ánimo disperso y que viven de unos enredos vitales hasta ahora ajenos a mi conocimiento. En fin, que me he quedado sin siesta, pero ha valido la pena descubrir a ea gente inteligente que sabe vivir sin trabajar.
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