sto del deporte a borbotones una vez concluido el estado de alarma me provoca algo de indigestión. Me sucede algo parecido, salvando las distancias -que las hay, y son infinitas-, a lo que me sucedía hace unos meses, en los que un estado de angustia vital me embargaba tras pasar horas y horas leyendo, viendo y escuchando las calamidades que provocaba el coronavirus del demonio en todos los medios de comunicación que se ponían a mi alcance. La sobreexposición en aquel caso, no ayudaba demasiado en un estado de ánimo ya de por sí poco halagüeño. En fin, me imagino que todo tiene que ver con la sobredimensión que se le está dando a según qué deportes profesionales, de los que se habla e informa hasta en la sopa, a diario, casi al segundo, con todo lujo de detalles, y en todos los formatos posibles, ya que, al parecer, el final de las principales ligas es el producto más demandado por la concurrencia. Bien mirada, esta situación puede tener algo de ejercicio de catarsis comunitaria, algo así como una purga que ayude a drenar del alma todo aquello que nos ha estorbado desde marzo y todo aquello que nos estorbará en los próximos meses, en los que habrá que lidiar con una pandemia económica desconocida hasta la fecha y que se prevé muy dura.