e han dicho que llevo unos días demasiado oscuros, que ya tenemos bastante con la yenka de la estrategia comunicativa del Gobierno Sánchez a la hora de contarnos qué va a pasar con nuestras vidas, estudiarnos las fases de desescalada, el voluble comportamiento del consumidor que lo mismo arrasa los estantes del papel higiénico que las cervezas en el supermecado, o la selección musical del autoproclamado dj residente de tu zona balconil que ha conseguido que Resistiré sea tu lema, sí, para contener los posibles instintos homicidas hacia el pinchadiscos. Pero si para algo va a servir esta crisis es para descubrir que no todos llevamos un Spielberg dentro. Las videoconferencias laborales o los vermús guatxaperos han puesto en evidencia la importancia y dificultad de un buen encuadre. Amigos, huyan como cobardes del contrapicado, no nos favorecen. Luego está el tema de escenografía y atrezzo. Este apartado es particularmente divertido en las conexiones televisivas. Sobre todo al principio, el personal no era muy consciente de que el mundo estaba viendo su cortina medio caída o la despreocupada ropa sin recoger del fondo. Pero el decorado favorito sin duda es el de la superestantería -súper- llena de libros. En este país se lee un montón. ¡Ah! Cuidado con la profundidad de campo, que la carga el diablo.
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