ablemos del lenguaje, de las palabras. Parece que hemos dejado a un lado -no sé si abandonado, veremos- la dialéctica bélico-militar que marcó los peores momentos de la incidencia del coronavirus semanas atrás y nos hemos adentrado en una etapa protagonizada, por ahora, por dos términos/conceptos: desescalada y nueva normalidad. Voy al segundo, nueva normalidad. ¿Qué es nueva normalidad? Recordemos que la idea surge durante un estado de alarma, con los derechos ciudadanos restringidos. En una emergencia sanitaria inédita en democracia que justifica medidas drásticas, sin duda, pero no perdamos de vista ese contexto, porque nueva normalidad no es normalidad -pasemos de largo sobre el concepto de normalidad, porque lo normal también puede ser fuente de discriminación y retroceso-, es otra cosa y una se pone a darle vueltas a la cabeza con este asunto y, además del trabalenguas, resulta que acabo a mi pesar en la neolengua de 1984. Así que ¿qué es nueva normalidad? De salida, un eufemismo para decirnos que durante ese periodo no vamos a recuperar nuestras vidas como las conocíamos. La inquietante pregunta es si la nueva normalidad acabará perdiendo el adjetivo para convertirse simplemente en normalidad.