omo las tradiciones que existen en nuestro querido templo del cortado mañanero cuando llegan estas fechas se han ido al traste por el maldito bicho, aquí seguimos los habituales dándole vueltas a cómo cumplir con algunas de ellas desde casa, sobre todo ahora que los viejillos le han cogido el truco a lo de las videollamadas múltiples y nos podemos decir las barbaridades de costumbre, a pesar de que nuestro amado escanciador de café y otras sustancias parece haber encontrado su punto zen y nos tiene a los jóvenes a latigazo virtual si nos metemos con los venerables. Está de un tierno que empieza a dar grima. Ni los osos amorosos, oiga. Cumplimos hace unos días con la caracolada anual y más de uno se ha atrevido con lo de hacer el talo en casa. Los viejillos ya han decidido que al colesterol y la tensión les pueden ir dando mucho por ahí, que a estas alturas de la película, chorradas las justas. Eso sí, con el tema perretxikos está la cosa más complicada. Hay que reconocerle a nuestro amado barman que le sale todos los años un revuelto de chuparse los dedos. Pero la receta es secreto familiar y se niega a compartirla incluso en plena pandemia. Así que los viejillos han empezado a sacarse fotos con carita arrugada de pena para ver si al final cede.
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