ería hasta gracioso en condiciones normales. No obstante, el contexto dramático que todo lo envuelve no permite hacer demasiadas bromas al respecto. Ahora, lo que toca, es desescalar, término que, en principio, comenzó su andadura mediática como tantos otros. Nació en algún gabinete repleto de asesores que se ganan el pan aconsejando a quienes gobiernan y proponiendo nuevos términos con los que adornar el lenguaje político, que es aquel que se utiliza desde las diferentes administraciones para que los administrados se enteren de la misa, la mitad, o para, simplemente, facilitar al responsable público de turno que hable mucho para no decir gran cosa. En fin, que surgió para quedarse, regateando el veredicto inicial de la RAE, Real Academia Española, que consideró “no recomendable” el uso del verbo en cuestión al haber otras opciones mejores en el castellano para definir las medidas que se han adoptado para hacer frente al covid-19. Pero como el coronavirus del demonio todo lo puede, la acepción también horadó la muralla lingüística para hacerse un hueco en los medios de comunicación y hasta en la RAE, que ya lo considera “válido”. Supongo que ya va siendo hora de que este humilde periodista acabe por aceptar la realidad.
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