robablemente el Gobierno español tomó tarde la decisión de mandarnos a todos a casa por miedo a la que le que le iba a caer encima o por imprevisión. Seguramente debería ofrecer una interlocución más fluida y más transparente al resto de instituciones del Estado, y es evidente que, en mitad del caos, les han estafado con alguna que otra partida de material. La burocracia del inmenso aparato administrativo no es excusa para permitir que, en ciertos casos, la iniciativa privada o popular les esté tomando la delantera a la hora de reaccionar; ni para que lo que anuncian que van a hacer no se haga ya, y no el mes que viene. De lo que sí estoy seguro es de que el Gobierno español no está aprovechando una pandemia sin precedentes para dejar morir a la gente mayor, eso lo sé yo y lo sabe también quien, en una forma de conducirse propia de malas personas, ha formulado semejante acusación en mitad de esta tragedia. Quiero creer, y lo creo, que ningún representante político con mando en plaza persigue ahora otra cosa que sacarnos de esto con el menor daño posible, con mayor o menor fortuna, quizá haciendo a escondidas sus cálculos electorales, superados o no por esta inverosímil realidad, pero con la honesta motivación de salvarle el pellejo a la gente.