o me lo puedo creer. Me parece que hasta yo tengo mono de fútbol, o de baloncesto, o de tenis, o de tiro al pichón con carabina de balines, o de campeonato mundial de petanca o de desafíos de lanzamiento de txapela en plaza pública... Sí, a lo peor, toda esta ansiedad acumulada ante la nula retransmisión televisiva de eventos deportivos se debe única y exclusivamente al estado de paranoia permanente que el coronavirus del demonio ha instalado en la sociedad. A ver, que me explico. Antaño, cuando el ser humano disfrutaba de su ocio como Dios le dio a entender, las válvulas de escape ante la presión social estaban al alcance de la mano en cualquier barra de bar. Ahora, sin embargo, con el armagedón acechando en busca de nuevos huéspedes a los que fastidiar, el estrés ya sólo se puede lidiar con remedios caseros. Y uno de ellos, al menos, cuando la vida no se ceñía a las cuatro paredes de casa, era tirar de programación deportiva en la televisión para desahogarse a gusto citando madres y padres de competidores y demás personal implicado en los espectáculos. Pero, claro. Eso es imposible ahora. En fin, como esto amenaza ruina, no descarto echarme al monte y apostar por las telenovelas venezolanas clásicas, que seguro que las recuperan para hacer el confinamiento más agradable.
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