“Cero energético”, hemos sabido después que se llama en el argot técnico. De un rato para otro, la luz se fue y dejaron de funcionar prácticamente todos los sistemas de telecomunicaciones. Aunque fuera a trompicones, resistió el guasap en el que, con cuentagotas, nos fue llegando información ya contaminada de origen. Pronto tuvimos claro que no se trataba de una cosa de nuestra calle, nuestra ciudad, nuestra comunidad o el Estado. Pero los propagadores de bulos, siempre en primer tiempo de saludo en cualquier desastre, difundieron la especie de que el apagón afectaba a toda Europa. La risa autodefensiva de los minutos iniciales se fue tornando en más y más nerviosa. Incluso los menos dados a las teorías de la conspiración tuvimos la horrible sensación de que estábamos siendo víctimas de algo que siempre nos habíamos negado a considerar. Aquellos chistes del kit de supervivencia dejaron de tener gracia y nos sentimos tan frágiles y vulnerables como, en realidad, sabemos que somos. Que levante la mano quien no sintiera ansiedad por el paradero en ese momento de los seres queridos con los que trataba de contactar infructuosamente.
¿Qué debe incluir un 'kit' de supervivencia para subsistir 72 horas?
Por fortuna, por lo menos para la mayor parte de nuestro entorno, en cuestión de unas horas fueron llegando los ansiados mensajes (con suerte, las llamadas) que nos confirmaban que, sobresalto arriba o abajo, lo importante estaba en su sitio. Es rigurosamente cierto que habíamos sufrido un puñado de incomodidades, amén del susto morrocotudo, pero nada comparable a lo que podía haber sido… o a lo que nos habíamos imaginado en los instantes de zozobra.
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Sin perder de vista todo lo demás, como saber realmente qué es lo que ha ocurrido y la dimensión de su gravedad, opto por quedarme con eso. También con la inmensa mayoría de las respuestas individuales y, desde luego, con la capacidad de reacción y la entrega de las y los profesionales, del sector público o no, que ayudaron a contener lo que podía haber sido una catástrofe. Del resto, ya tendremos tiempo de hablar. A los pescadores de río revuelto y a los carroñeros del “cuanto peor, mejor”, que les vayan dando.