Como se esperaba (porque, realmente no podía ser de otra manera), Pedro Sánchez sudó tinta china ayer en el Congreso para dar cuenta de sus malabarismos increíbles en materia de política exterior.

Aunque, lógicamente, Núñez Feijóo aprovechó para propinarle la ración habitual de cargas de profundidad, no fue el líder del PP quien le atizó los mayores soplamocos de la sesión. Las intervenciones más duras en el fondo (no tanto en las formas; todavía quedan clases) fueron las de los grupos que apoyan habitualmente al gobierno de coalición.

Ocurre que el giro copernicano en las relaciones con Marruecos no hay forma de tragarlo. Como le afeó el portavoz del PNV, no es de recibo que en toda la alocución el presidente español pasara de puntillas por el abandono vergonzoso (el calificativo es mío) al pueblo saharaui después de postrarse de hinojos ante Mohamed VI (también de mi cosecha).

Pero Sánchez no se va a mover de donde está y seguirá justificando su bandazo en los beneficiosos acuerdos comerciales con la semidictadura alauita.

Palestina

Con la de arena, la de cal, que no es nadie el inquilino de Moncloa avanzando en zigzag. Lo anterior es compatible con el muy loable empeño de buscar adhesiones “con países de más peso” (literal) para un inminente reconocimiento de Palestina como Estado.

Según dejó dicho en la cámara, la cuestión está ya muy avanzada después de los contactos con diferente jefes de Estado y Gobierno de la UE. Si es así, habrá que darse prisa en pasar del dicho al hecho, porque, como también se le recordó desde algunos escaños, desgraciadamente el paso puede llegar cuando solo queden escombros para reconocer.

Para completar la yenka, por primera vez y, para inmenso enfado de las formaciones de izquierda, Sánchez anunció un aumento de las inversiones en Defensa. No es que resulte sorprendente en alguien que cambia de parecer como de calcetines, pero no hace demasiado tiempo, tanto él como su partido sostenían que no era necesario aumentar lo que llamaban “el gasto militar”. Nótese la diferencia de terminología.

En realidad, en esta materia, la cuestión no es solo cuánto se va a “invertir” sino en qué.