Todavía no es definitivo. Queda la votación de pasado mañana y la posterior reválida en el Senado. Pero el paso importante ya está dado. Todos los grupos, salvo Vox –ni merece la pena comentar el desmarque de unos tipos que, entre otras mil cosas, desprecian los derechos más básicos– votaron a favor de reformar la Constitución española de modo que desaparezca el término “disminuidos” y se cambie por “personas con discapacidad”.
Parece mentira que la expresión lleve ahí 45 años y que se haya tardado 20 en atender una demanda tan razonable. He escuchado que el motivo de semejante retraso era el miedo cerval a mancillar el texto sacrosanto. Se empieza cambiando una palabra y se termina declarando la república y aprobando el derecho a decidir, debían pensar los guardianes de la llamada Ley Fundamental.
No se anduvieron con tantos remilgos PSOE y PP en la por algunos añorada época del bipartidismo –verano de 2011, concretamente– para tunear el artículo 135 al gusto de los supertacañones de Europa.
Y ahora, más
Digamos, en todo caso, que bien está lo que bien acaba. Y, una vez comprobado que la Constitución no está escrita en piedra, veamos cuántas otras disposiciones que se han quedado añejas por el paso del tiempo deben ponerse al día.
No soy tan iluso como para imaginar que se atienda la demanda del PNV de incluir el reconocimiento de las diversas naciones del estado o, dicho en corto, del derecho de autodeterminación.
Sin embargo, entre las 11 enmiendas que proponen los jeltzales hay cuestiones que, incluso sabiendo que van a tener la aritmética en contra, la llamada mayoría progresista (o plurinacionacional, si lo prefieren) debería tener el coraje de apoyar.
Sería una forma de retratarse más allá de las necesidades coyunturales. Y no veo nada descabellado que quienes estén por una ley de amnistía para el procés secunden la derogación del infausto artículo 155, la limitación de la inviolabilidad del rey, la eliminación de la suspensión automática de las leyes de cada comunidad cuando el Estado presenta recurso, o dejar de considerar a las Fuerzas Armadas garantes de la integridad territorial.
Ya, ya lo sé. No ocurrió.