UNA de las consecuencias más entretenidas, por no decir directamente descuajeringantes, del inminete desalojo de UPN de la alcaldía de Iruñea es la proliferación de sesudos conocedores de los intríngulis de la política navarra en los medios españoles. Y conste que esto lo anota quien, como servidor, al escribir sobre la cuestión, siempre ha sentido, además de una migaja de pudor, la necesidad de aclarar que, tecleando a 150 kilómetros, es estadísticamente probable carecer de claves fundamentales.

Pero para mis colegas matritenses, da igual ultramontanos que megamaxiprogresistas, tales prevenciones no existen. Si pueden pontificar sobre Gaza, el cambio climático o las miserias sentimentales de Tamara Falcó, por qué no van a sentar cátedra sobre los dimes y diretes politiqueros de la demarcación foral y su capital. Tanto da que no sepan distinguir a EH Bildu de Geroa Bai o a UPN del PP. ¿Y lo que nos reímos?

Feijóo, a la cabeza

Claro que el primer pamplonólogo de a bordo no es opinatero mediático sino (presunto) líder político. Lleva por nombre Alberto Núñez Feijóo, y mañana se va a presentar ante el consistorio pamplonés a secundar la bulla convocada por el cada vez más desnortado y desquiciado líder regionalista Javier Esparza. Sigue los pasos de su antecesor, Pablo Casado, de su amado-odiado socio Santiago Abascal y de los ya cadáveres políticos Albert Rivera e Inés Arrimadas, que aprovechaban la menor oportunidad para darse un rule hasta el pecaminoso terruño para reivindicar la Navarra foral y española. Siempre, con manifiestamente mejorables asistencias de público. La última vez, en Altsatsu, hubo más periodistas que manifestantes.

En todo caso, como muy atinadamente apuntó en la red social X Patxi Leunza, el mesías genovés y otros muchos saben que esta partida de parchís no se juega en Iruñea -donde no tienen nada que rascar- sino en Madrid. 

Y a ese clavo ardiendo se van a seguir agarrando mientras, como leemos hoy en estas páginas al ya inminente alcalde, Joseba Asiron, quienes han propiciado el cambio ceden a la tentación de sumarse al ruido y se van a centrar en acabar con la modorra institucional y en gobernar la ciudad. Ni más ni menos.