Para ZP, “orgullo”

– “¡Orgullo de Griñán y orgullo de Chaves!”, vociferó José Luis Rodríguez Zapatero hace apenas mes y medio en un acto de la campaña electoral andaluza. Como no podía ser de otra manera, el vídeo alcanzó ayer millones de visionados inmediatamente después de la filtración –sí, esas costumbres siguen teniendo los togados– de la sentencia del Tribunal Supremo que determina que el primero de los mentados por ZP tendrá que pasar seis años en la cárcel, mientras que al segundo se le confirman los nueve de inhabilitación, que tienen un valor meramente simbólico, pues ya hace tiempo que no atesora ninguna ambición política. Eso sí, su figura queda manchada para los restos, aunque no tanto como la de su sucesor, José Antonio Griñán, al que veremos entrar en prisión a sus 76 años. Tanto en sus memorias como en las mil y una entrevistas que ha concedido desde que fue condenado, no solo ha sostenido su inocencia sino que ha repetido incesantemente que no es capaz de entender de qué se le acusaba.

Justos y pecadores

– Puede ser verdad, como clamó la recién nombrada portavoz del PSOE, Pilar Alegría (¡Menudo estreno!), que en este culebrón tremebundo de los ERE andaluces hayan acabado pagando justos por pecadores. O, por lo menos, que el pago haya sido desigual, pues parece que los que se llevaron cruda una pasta gansa se han ido de rositas, mientras que el castigo mayor es para quienes, sin meterse un euro al bolsillo, o bien miraron hacia otro lado o bien fueron incapaces de ver lo que se cocía ante sus narices. ¿Merecen tales conductas tener que pasar una temporada a la sombra? Aquí la respuesta es sí o no, de acuerdo a la bandería política a que se pertenezca. Si es de los míos, claro que no. Si es de los otros, por supuesto que sí.

Ideología

– Sería maravilloso confiar la respuesta correcta a quienes tienen como oficio impartir justicia. Pero este mismo caso nos demuestra que no hay lugar para la candidez. La sentencia del Supremo ha salido por tres votos contra dos. Los que se han decantado por mandar al trullo a Griñán son de conocida obediencia conservadora. Las magistradas que se han pronunciado en contra, sin embargo, tienen militancia progresista. Es decir, que una vez más, las posturas no han tenido que ver con la ley y los hechos, sino con la ideología. La triste moraleja es que la mecánica se repite sistemáticamente en cada caso de corrupción que pasa por los tribunales. Luego, cada parroquia celebra o deplora las decisiones siempre en función de la cercanía con los condenados o absueltos. l